viernes, 9 de noviembre de 2012

Milán huele a boquerones.

Ciao tutti!

Hoy y después de mucho, muchísimo tiempo, vuelvo por aquí con algo un poco distinto: un post futbolístico. ¿FUTBOLÍSTICO ISA? Sí, futbolístico y es que, como algunos sabréis el Málaga vino a Milán a jugar noséqué partido de la Champions League a Milán con la correspondiente avalancha de malaguistas-malagueños que le acompañaron (casi 2.000, al parecer). Esta era la pinta que tenía la plaza del Duomo a las 12 del medio día:





Quienes me conozcáis un poco, sabréis que al mí el fútbol ni me va ni me viene (por ser discreta y no decir que no lo soporto), pero teniendo en cuenta la de visitas que venían y que no me podía ir de Milán sin haber estado en S. Siro, digamos que no me quedó otra opción. Así que me enfundé en mi (prestada) camiseta blanquiazul y para allá que fui.

La fiesta empezó por la tarde bien temprano (casi no se respetó la hora de la siesta) y, como siempre, el cachondeo estaba asegurado. Camisetas blanquiazules por todos lados, cánticos y gritos varios y un buen botellón a la española en plena piazza dil Duomo, para que no se diga.

 





Como siempre, tenemos el lado bueno y el lado malo de la historia. Así que, este era el plan que había mientras estábamos allí (no me quiero imaginar cómo estaría cuando nos fuimos).



Después de este pequeño calentamiento (que no sólo los jugadores necesitan uno), se presentaron los carabinieri para escoltarnos hasta San Siro. Creo que no me he sentido así de importante (o peligrosa) en
mucho tiempo. Mi sorpresa fue enorme al encontrarme la céntrica parada de Metro de Duomo totalmente bloqueada para que la policía nos condujera directamente hasta un tren para uso exclusivamente de los aficionados del Málaga. Para que os hagáis una idea, aquí os dejo un vídeo del ambiente en la estación:




Tras un viaje en metro en el que parecía que el más animal, el que más alto berrease cantase y/o diese golpes contra el techo del tren ganaba mil puntos (aunque a mí ese juego no me lo explicó nadie) nos dirigieron de nuevo hacia una flota de autobuses que nos conduciría a San Siro. Ahí más gritos, cánticos a lo "San Siro es blanquiazul" y otros menos respetuosos, himnos, golpetazos, burradas y botes llegamos al Estadio. A mí, como buena ignorante del tema que soy, no me pareció gran cosa, aunque al parecer ese "templo" es espectacular. "Mira, pues yo es que soy más de cosas tipo el Duomo". 



Después espera, espera y más espera. Después cola. Después cola. Y, por último, y no por ello peor (?) el maravilloso cacheo que viene antes de entrar al estadio (no diré hasta dónde me metieron la mano porque las señoritas no hablan de tetas).Después de despojarme de mi terrible y mortífero bolígrafo (mucho más peligroso que las bengalas que vi después en el estadio), comenzamos la subida de las maravillosas cuestas que llevan hasta las gradas. Un OLÉ en toda regla al constructor. Un OLÉ y un "Claro que sí campeón" con palmadita en la espalda. 

De lo que sigue poco os puedo contar, fútbol, gritos y mucho pasar frío. Para críticas futbolísticas y demás ya tenéis el Marca. 
Así que, como conclusión, creo que no volveré al fútbol en mucho tiempo. Me quedó con el buen ambiente que había (a pesar de algún que otro personaje de cuidado), con las visitas que vinieron y con la buena organización de la escolta y el transporte.

Os dejo con algunas fotos más y diciendo que Milán olía a boquerón y eso mola, pero a mí el pescado (a veces) me acaba dando tufillo.

Pronto más y más en mi estilo! Baci a tutti!


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